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01
FEB
2015
A una semana de la muerte del fiscal Alberto Nisman, se perciben las líneas generales de la campaña de desgaste contra el gobierno que cabe esperar desde aquí hasta el día de las elecciones.

Aunque uno desearía apartar la vista del macabro carnaval que los medios y la oposición están tejiendo en torno al caso del fiscal Alberto Nisman, es imposible hacerlo. Hay demasiado en juego. No sólo la estabilidad de la república, a la que se intenta subvertir agitando fantasmas y  mentiras ante la opinión pública, sino también la salud mental de sus habitantes. Hay un torneo de estupideces e inconsistencias en el discurso mediático “contrera” que golpea en una masa de incautos y agita sus prejuicios y antipatías de piel respecto al actual gobierno. Se intenta crear un clima de caprichoso descontento que desemboque en la  escenificación de una de esas “revoluciones de colores” que tanto eco encuentran en las agencias internacionales de prensa. ¡Ay, si pudiéramos convertir a la plaza de Mayo en otra plaza Maidan! 

Creo que estos fabricantes de fantasmas no van a tener éxito, pero bueno es hacerse a la idea de que ese es su propósito: desestabilizar al gobierno, tornar la atmósfera política irrespirable y llegar de la peor manera posible a las elecciones de octubre. Aunque muchos de entre quienes envenenan el clima –Jorge Asís, por ejemplo- quisieran anticipar el desenlace. Probablemente porque no lo imaginan bueno para ellos, en el caso de una consulta electoral, una vez que se hayan aquietado las aguas.

En cuanto al gobierno no siempre aparece acertado en su política comunicacional para hacer frente a la histeria desestabilizadora. Demasiados discursos, demasiadas teorías a lo Agatha Christie en torno a la muerte del fiscal Nisman, e insuficiente el empeño para poner de  relieve lo que realmente importa: el carácter insustancial de la denuncia que él había presuntamente elaborado. Si la salida por el foro de Nisman fue consecuencia de un suicidio o un crimen, es un asunto que deberán resolver los peritos y tal vez la justicia. Esta última, en efecto, está tan cruzada por contradicciones y tan minada por parcialidades donde juegan egoísmos e intereses de parte, que no se puede esperar mucho de ella. Más de 20 años de incapacidad para aclarar el caso AMIA y la corrupción y los equívocos tejidos en su torno para satisfacer la línea investigativa marcada por Estados Unidos e Israel, amén de otras demoras y consiguientes prescripciones, no estimulan el optimismo. De cualquier modo lo último que cabe hacer es caer a su vez en la pelea de perros que buscan los medios oligopólicos.  

Correcta en cambio resulta la toma de posición del gobierno a propósito de la necesidad de renovar y transparentar al servicio de inteligencia y a los nexos de este con fiscales y jueces. Este proyecto de ley ha generado la furia opositora incluso antes de que sea presentado ante el Congreso. Se ha levantado una tormenta de protestas no sólo en una parte de la corporación judicial, sino también en un espectro político opositor que parece entender que su rol no es el de crear un contrapeso al gobierno que permita la crítica o la coincidencia respecto a los actos de este, sino el del rechazo mecánico a todas sus iniciativas y la instalación de un clima de sospecha permanente. Esta actitud encuentra un gozoso recibimiento en los medios oligopólicos, que tratan de instalarlo en todo momento y a propósito de cualquier cosa, sin atender, unos y otros, al interés superior de la sociedad.  

La cual necesita, antes que nada, algo de racionalidad para empezar a entender cómo un gobierno que podía demoler fácilmente la presentación del fiscal Nisman ante la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados, habría tenido interés en favorecer su desaparición…

Las cosas comienzan a tomar cierto sentido si se las ve en un contexto que exceda el ámbito nacional. La presidenta tiene razón cuando pide que no nos dejemos arrastrar a conflictos que provienen de otros lares. Suponemos que se refiere al medio oriente y a la posibilidad de que ellos enciendan la discordia entre las comunidades árabe y judía, fuertemente enraizadas en nuestro país. Pero hay que señalar que tampoco ese tema puede disociarse de un entorno más amplio. Es probable que Cristina Fernández no quiera o no pueda definirlo con mayor exactitud porque su investidura la inhibe de hacerlo. El observador descomprometido no tiene ese impedimento, sin embargo. Es evidente que el FBI, la CIA y el Mosad han jugado desde el principio un papel central en el armado de la investigación del atentado a la AMIA y que lo han hecho con el sólo propósito de cargarle la culpa a la bestia negra de Washington y Tel Aviv: Irán. Para ello contaron con el concurso entusiasta o servil de la SIDE y de algunos magistrados argentinos, más preocupados en responder al humor de la delegación del FBI en la embajada que en establecer los datos que  nos aproximasen a una verdad objetiva.

La absurda acusación elevada contra la presidente a propósito del hasta ahora nunca habilitado acuerdo con Irán (que por otra parte no implicaba ningún delito), coincide con un escenario internacional en el cual la derecha republicana más jugada a favor de la hegemonía global y más duramente opositora de los populismos latinoamericanos, se regodea ante su posible victoria en las próximas elecciones. Salir a escena ahora con un rebrote oblicuo de la cuestión AMIA, aduciendo una presunta maniobra encubridora y oportunista del gobierno argentino, es otra ocasión de agitar el tablero y de reforzar una ofensiva contra nuestro país y contra los gobiernos  que se le parecen en el subcontinente. Los ataques de la prensa estadounidense y del senador republicano Marcos Rubio, y del requerimiento de este en el sentido de que el Departamento de Estado inicie una investigación independiente del hecho, más las solicitudes de castigo económico propaladas por algunos medios de difusión de la superpotencia, representan indicios de una injerencia del peor tipo, que pretende vulnerar la soberanía nacional.   "El diario conservador  The Washington Times  dice que EE.UU. y Europa deben sancionar al país por el "asesinato de Alberto Nisman", "La Argentina ha sufrido un proceso de chavización bajo la presidencia de Kirchner y se está convirtiendo en un régimen autoritario”; afirma que “Nisman tenía fuertes conexiones en los Estados Unidos… que fue un héroe, un hombre de gran valor en un país donde reina la impunidad" , y reclama que “las naciones occidentales deben sancionar y aislar a los líderes argentinos" … “Los Estados Unidos deben suspender las visas a los miembros del gobierno argentino (así como otros gobiernos de América Latina, principalmente de países del ALBA y Brasil) y de sus instituciones de seguridad como un medio para ejercer presión sobre el gobierno argentino".[i]

El tema de la corrupción de las instituciones en nuestro país tiene larga cola. En buena medida está motivado por los antecedentes realmente horribles de la dictadura y el menemato, pero el eco que encuentra en muchos medios extranjeros, que no atienden a la  degradación de sus propias instituciones, en parte es fruto de su pereza mental y en parte la consecuencia de la leyenda negra instalada por el imperialismo para denostar a los países que de una u otra manera demuestran cierta resistencia a acomodarse a los parámetros del sistema.

Pero lo más grave es la pata interna de esta conspiración y la facilidad con que fuerzas políticas que no necesariamente tendrían que estar a su servicio, se enganchan a esta con el fin de obtener réditos electorales. Parece que el concepto superior de nación no existe para ellas y que lo único que cuenta es la riña mezquina y pueril para rascar algunos votos que permitan… ¿qué cosa?

Ni las gentes de UNEN ni los radicales ni los miembros del Frente Renovador son pródigos en ideas. En realidad no saben ir más allá de una retórica inflada de falsa moral, que despotrica contra los defectos reales o ficticios del gobierno nacional, agrandándolos fuera de toda norma. En cuanto a programas, no los tienen, o no se atreven a decirlos. En lo referido a Mauricio Macri este sí los tiene. Sus ideas son  conocidas: van en el sentido opuesto a lo realizado en estos años y se dirigen a reconectarnos al neoliberalismo a rajatabla que arruinó al país en la década de los años noventa.

Así las cosas, hay que prepararse a soportar y superar un montón de jugadas sucias como la del caso Nisman, con todas su retorcidas implicaciones, desde aquí al momento de las elecciones. Que Dios nos dé paciencia.

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[i] Declaración de la Asociación Argentina de Juristas, citada por Atilio Borón en atilioborón.com.ar 

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