nota completa

18
MAR
2008

Superar la OEA

La OEA ha vivido. Sudamérica requiere de una concertación eficaz y urgente ante las amenazas militares que se ciernen sobre ella.

Es evidente que los países de América latina necesitan una organización que los represente de forma diferenciada respecto del Gran Hermano estadounidense. La Organización de Estados Americanos, nacida a la sombra de la guerra fría y como prolongación del panamericanismo que durante la segunda guerra mundial usó el conflicto contra el Eje para encolumnar a estos países detrás de Washington, ha cumplido su tiempo. Sabemos bien que no se puede romper alegremente con Estados Unidos, que vivimos en el mismo hemisferio y que, en consecuencia, se hace preciso buscar una forma de diálogo con la híperpotencia; pero eso sólo puede ser posible desde una organización bien diferenciada, que represente de veras los intereses de Sudamérica y los países del Caribe, y que no sea una herramienta burocrática dedicada a los florilegios retóricos o a la transmisión forzada de los intereses estadounidenses cuando se produce una situación de crisis.
En este sentido el diferendo entre Colombia y Ecuador está suministrando un ejemplo clarísimo: mientras la reunión del grupo de Río logró conformar un consenso en torno de la forma de solventar la situación y generó una resolución que rechazó la injerencia, bajo cualquier pretexto, de un país en los asuntos de otro, en la OEA, si bien se alcanzó una resolución similar, la posición colombiana apareció cubierta por el paraguas de Estados Unidos, verdadero deus ex machina de la crisis y valedor del presidente Álvaro Uribe en un diferendo que reproduce los rasgos de la “guerra preventiva”, cara a la doctrina Bush y ariete de la agresión imperialista en el mundo entero.
Lo que está en juego es la posibilidad que tienen las sociedades latinoamericanas de sobrevivir agrupándose en torno de sus propios intereses. De no ser así, horas muy aciagas nos aguardan. El núcleo de esta esperanza es la vinculación, lo más estrecha que sea posible, de Brasil y Argentina, así como la progresiva integración al Mercosur o a algún organismo que se configure como una forma superior de alianza, de los restantes países sudamericanos.
La gira de Condoleezza Rice por Brasil y Chile, efectuada después de la reunión de Santo Domingo y de la cual fue marginada la Argentina, apuntaba a romper este esquema, así como a presionar para que se aceptase la tesis de la guerra preventiva y la convalidación de que la “guerra contra el terrorismo” puede y debe realizarse más allá de las fronteras.
La secretaria de Estado se fue con las manos vacías. La actitud del presidente brasileño Lula da Silva fue contundente al respecto: señaló que las crisis diplomáticas sudamericanas deben ser resueltas dentro de la región e indicó que él está empeñado en constituir a tal efecto un foro o un Consejo de Defensa permanente que sea capaz de ocuparse de esas cuestiones.
Un punto de inflexión
Fue una declaración valiente, pero fue sobre todo la puesta en evidencia de que los planificadores de la estrategia brasileña no sólo han abandonado los viejos planes que ponían los conflictos con otros países sudamericanos –en especial con el nuestro– como principales hipótesis de guerra, sino que están moviéndose para crear un mecanismo de defensa conjunto con la Argentina, cuya exteriorización oficial tuvo lugar días pasados cuando ambos países revelaron sus proyectos en el sentido de profundizar su cooperación en el área energética y desarrollar un submarino nuclear.
Las amenazas que se ciernen sobre Sudamérica son serias. Afortunadamente, en el seno de los pueblos existe conciencia de esos peligros. Se trata ahora de aprovechar esa disposición para generar las políticas adecuadas que permitan configurar el gran diseño estratégico para el siglo XXI. Para ello será necesario crear las elites dirigentes que, al menos aquí, en Argentina, nos faltan. En efecto, en Brasil hay una intelligentsia que ocupa lugares eminentes en los ámbitos académicos y editoriales, y que es fuente de consulta para los cuadros del Estado, de cuyas filas eventualmente forma parte. Su rasgo esencial es la capacidad de pararse a interpretar las cosas sin anteojeras ideológicas. Al revés de lo que ocurre con nuestros “progresistas”, para ellos los elementos de la realidad tienen preponderancia sobre las elucubraciones bienpensantes. La guerra de Malvinas, por ejemplo, es vista por los brasileños como un dato decisivo, a partir del cual rediseñaron en forma radical el cuadro de los antagonismos mundiales. Por primera vez, quizá, sintieron en el cuello el aliento del león. Pero mientras para Brasil el episodio fue revelador de la puesta en marcha de un propósito agresivo y hegemónico sobre América latina, para nuestros cuadros dirigentes y para nuestra progresía esa lucha se redujo a los términos de nuestros enfrentamientos internos, sin ver que el país se había transformado en la primera víctima de un escarmiento que se expandiría a vastas regiones del mundo.
La decisión brasileña de crear un Bloque Regional de Poder Militar (BRPM), la anunciada decisión de defender la Amazonia con guerra de guerrillas si se plantea una agresión, la aproximación a Venezuela y a la Argentina en el plano de la defensa, son muestras de la intelección geopolítica del momento mundial que pone a Brasil a la vanguardia del proyecto de integración latinoamericana. Una integración que tiene carácter desde luego defensivo, y a la cual es preciso acelerar en vista de los cada vez más inquietantes movimientos de Washington en el área. El conflicto colombiano-ecuatoriano, la presión contra Hugo Chávez, el fogoneo a las tendencias autonomistas de los departamentos bolivianos en los que se concentran los recursos energéticos y la reactivación de la Cuarta Flota estadounidense en el Caribe, con la excusa del armamentismo venezolano, son datos a tener muy en cuenta. Esta agrupación naval contaría con 20 navíos, incluido, a partir del año que viene, un portaaviones nuclear.
O abrimos bien los ojos, o nos los cerrarán de un puñetazo.

Nota leída 14622 veces

comentarios