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11
MAY
2013

El laberinto sirio en el rediseño del Medio Oriente

Fundamentalistas egipcios.
Fundamentalistas egipcios.
En medio de la desinformación mediática, el conflicto en Siria se está aproximando a un punto de inflexión.

Ya van más de dos años de conflicto en Siria. En una de las guerras más sangrientas de los últimos tiempos –alrededor de 70.000 personas habrían perdido la vida, hasta este momento-, una maraña de intereses, conflictos étnico-confesionales e intrigas hegemónicas de parte de los países de la OTAN y de su aliado israelí, complican cualquier salida pacífica y están convirtiendo a Siria en la prenda del balance de poder en el Medio Oriente. El pasado fin de semana hubo dos raids aéreos israelíes contra objetivos no bien precisados en Damasco. El gobierno judío alega que se trató de interferir y destruir un cargamento de armas para Hezbollah, la milicia shiíta pro iraní que actúa en el Líbano; otras fuentes afirman que se trató de destruir instalaciones militares de detección y escucha de las fuerzas armadas sirias. Y no faltó quien adujo que se había tratado de incursiones dirigidas a destruir depósitos de armas químicas del ejército sirio. La hipótesis de un ataque contra depósitos de armas químicas puede descartarse: semejante procedimiento hubiera liberado una nube tóxica cuyas terribles consecuencias no hubieran podido ser ocultadas. Semejante versión en todo caso abunda en el sentido de la propaganda que hace, del empleo de armas de destrucción masiva por el gobierno de Al Assad, la “línea roja” cuyo traspaso, según Obama, desencadenaría la intervención de Occidente. Se refiere, suponemos, a una intervención abierta, pues la OTAN está actuando en Siria desde un principio, con el envío de instructores y de armas para los rebeldes. Como quiera que sea, los ataques provocaron graves daños, un número no precisado de víctimas y el derribo de dos aviones israelíes.

Es evidente que el ataque israelí ha supuesto una escalada de la tensión en una situación regional ya muy grave. Irán, tal vez el único aliado del gobierno sirio, sabe que la caída de Bashar Al Assad pronunciaría su aislamiento en la región y preludiaría el ataque directo de la formidable coalición que lo acosa.

La inferioridad de condiciones en que se encuentran ambos regímenes para soportar la presión creciente que padecen no parece que pueda ser revertida por ellos mismos. La actividad de Turquía, Israel, Jordania, Arabia Saudita y Qatar, consagrados a equipar entrenar e infiltrar a los “combatientes por la libertad” en territorio sirio, no puede ser contrarrestada sin contramedidas que brindarían el pretexto que Estados Unidos e Israel necesitan para intervenir. La presión de la coalición occidental encabezada y movilizada por Estados Unidos es el dato que determina que el actual curso de acción sea irreversible, de no producirse la aparición de un contrapeso estratégico que más o menos lo iguale.

Pesadilla

La “primavera árabe” que tantas esperanzas suscitara tres años atrás, se ha convertido en una pesadilla aplicada a demoler los estados más o menos conformes a un modelo moderno, para reemplazarlos con seudo gobiernos imbuidos de fundamentalismo y no interesados en sostener una cohesión nacional que se eleve por encima de los resentimientos confesionales o regionales. Libia fue un caso tipo, y en Siria se va por el igual camino. El mismo que recorrió antes y de una manera especialmente sangrienta, Irak, “liberado” por la acción de Estados Unidos para convertirlo en un seudo estado en el cual shiítas, sunitas y kurdos van cada cual a por lo suyo. Fogonear los particularismos y convertirlos en el detonante del caos es una vieja práctica de las potencias hegemónicas: “Divide et impera” es un principio utilizado desde siempre por las grandes potencias y del cual nosotros, iberoamericanos, somos un ejemplo de manual, debido a la utilización del mismo, desde comienzos del siglo XIX, por el Imperio Británico y Estados Unidos.

El Ejército Libre de Siria –la denominación que adoptó el conglomerado de fuerzas que empezó a actuar contra el gobierno de Al Assad un par de años atrás- fue el resultado de la incentivación artificial de las diferencias entre la mayoría sunita de ese país y la minoría shiíta que controla los principales cargos de gobierno. Parte de ese ejército se integró con desertores pertenecientes a la confesión mayoritaria, pero sólo pudo conformarse y convertirse en una amenaza debido al apoyo recibido desde el exterior y a la masiva inyección de dinero, armamento y combatientes provenientes de afuera. El batallón al Baraa, que realizó dos incursiones contra Damasco y actúa en las inmediaciones de la capital, provino de Jordania y Líbano, y el principal grupo Ansar al Jebhat al Nusra li-Ahl al-Sham (Apoyos para el frente de la victoria del Pueblo de Siria), aposentado en la zona de Aleppo, está integrado por combatientes tunecinos, marroquíes, libios, sirios y libaneses.(1) Este grupo, el más radical de todos, tiene tendencias asimilables a Al Qaeda y ha cometido numerosas matanzas. El gobierno de Estados Unidos lo ha calificado de terrorista, lo cual no excluye el hecho de que esos individuos sólo hayan podido ser llevados al interior de Siria con el apoyo de Turquía y los países del Golfo aliados de la Unión, y por medio de la logística y la inteligencia provista por los servicios occidentales. El discurso oficial de Washington dice una cosa, pero en los hechos su práctica es muy diferente.

El despliegue de los misiles Patriot en la frontera turco-siria por parte de Estados Unidos, por último, demuestra que la injerencia occidental en el conflicto sirio es abierta, pues aunque el pretexto para su instalación haya sido “la voluntad de impedir las eventuales incursiones sirias sobre territorio turco” (como si los turcos no pudiesen protegerse a sí mismos), es evidente que su finalidad verdadera es establecer eventualmente una “no-fly zone” sobre Siria, impidiendo así que su fuerza aérea pueda operar contra los rebeldes.

Incógnita

En este cuadro la incursión aérea israelí encaja como una incógnita: ¿se trató de una operación propulsada por el Pentágono para ir tanteando y debilitando las defensas antiaéreas sirias, o fue más bien una iniciativa de Tel Aviv para subir un punto la escalada de la tensión con miras a comprometer cada vez más a Estados Unidos en un curso de acción radical que tiene a Irán en el extremo de la mira?

Es evidente la influencia del lobby israelí en la política norteamericana y el chantaje psicológico que a menudo ejerce con políticos de la Unión y hasta con el propio presidente Obama, para no hablar de las componendas que se fraguan entre ese grupo de presión y no pocos miembros del Congreso. Por otra parte, la creencia de ser un pueblo elegido, común a la cultura norteamericana y a la judía, está sedimentada en la tradición bíblica y ello establece una conexión simpática entre la sociedad israelí y la estadounidense. Sin embargo, no parece que este dato sea determinante de la orientación geopolítica de los estrategas del Pentágono. Estas afinidades culturales no tendrían demasiada importancia, en efecto, si no fuera porque el principio activo del poder global, que es el capitalismo salvaje, utiliza esta conexión para profundizar sus avances en un área estratégica que el Pentágono y los factótums del “complejo militar-industrial-financiero” estiman decisiva para el control del futuro. Sea por su irradiación hacia los dos principales rivales de la Unión a nivel global –Rusia y China-, sea por su valor como reservorio energético, el Medio Oriente sigue siendo una pieza clave en el balance mundial del poder. Pero la tendencia a la movilidad perdurable que se percibe en Tel Aviv y sus posibles explosiones de “espontaneísmo”, son factores que hay que tener en cuenta, pues son capaces de agravar las características de una situación crítica.

En estas circunstancias, las maniobras navales que deben comenzar este lunes en la zona del Golfo con contingentes provenientes de 40 países, son otra señal intimidatoria dirigida contra Teherán y Damasco. Las maniobras se concentrarán en el estrecho de Ormuz, donde la Guardia Nacional iraní llevó a cabo ejercicios en meses recientes. Las maniobras, conducidas por Estados Unidos, se focalizarán en operaciones de barrido de minas y en cómo proteger los barcos y las rutas de tránsito en esas aguas, por las que circula la mayor parte del petróleo que abastece al mundo. En los acantilados de la costa persa de ese paso existen miles de puntos desde los cuales el estrecho puede ser cerrado con una cortina de misiles: esta es una de las cartas que Irán conserva en la manga.(2)

Las conversaciones sobre la situación en Siria entre John Kerry y Sergei Lavrov (encargados de las relaciones exteriores de Estados Unidos y Rusia, respectivamente) indican que no todo está jugado y que los esfuerzos para llegar a algún tipo de componenda que al menos evite la liquidación del estado sirio quizá se impongan en algún momento por sobre la sinergia bélica. Rusia es el “contrapeso estratégico” a que aludíamos al principio de este artículo. El único (en la medida en que China se desentienda de la cuestión) capaz de frenar la demolición por desgaste del régimen de Al Assad y la apertura del caso iraní a continuación. Hay razones por las cuales el Kremlin no puede consentir la marcha irrestricta del proyecto norteamericano en la zona. Aunque Vladimir Putin especule todavía con la posibilidad de un acuerdo general con Estados Unidos, ni él ni los cuadros políticos de la administración rusa se hacen ilusiones respecto de la agresividad de la política estadounidense: de no existir obstáculos que la interfieran, su activismo la llevaría a ejercer un control generalizado del área y a reducir a Rusia a la magnitud de una potencia de segundo orden.

Hay muchos planes sobre la mesa, de parte de varios actores. Su desarrollo depende de imponderables. Uno de ellos es el bullente espíritu de iniciativa de la derecha israelí. El mensaje contenido en el ataque aéreo de días pasados puede ser decodificado como una búsqueda de un detonante para una regionalización del conflicto. Pero estos ímpetus sólo tendrán efecto si Washington decide de una vez por todas precipitar su plan para el Medio Oriente, que especula con activar el fundamentalismo musulmán para disolver las articulaciones estatales más o menos modernas que se le oponen, con la esperanza de que los aliados regionales se hagan cargo de la intervención directa en el terreno, limitándole papel norteamericano al apoyo aeronaval, a la provisión logística y a las operaciones con drones. Es un plan peligrosísimo, no sólo por sus dificultades prácticas y el riesgo de involucramiento ruso o chino, sino también porque el fundamentalismo islámico puede ser un tiro por la culata. Como ya se ha visto. Por todo esto el proyecto todavía no ha sido abordado hasta sus últimas consecuencias; pero es un dato de la realidad, abonado por las experiencias de Afganistán, Irak, Libia, hasta cierto punto Egipto y ahora Siria.

Los planes de contingencia son muchos. ¡Hagan juego, señores!

Notas

1)  defonline.com.ar 


2)  Al Ahram Weekly, segunda semana de Mayo de 2013.

 

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