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14
MAR
2015

Deben ser los caníbales, deben ser

Daniel Scioli recibe el endoso de la CGT Balcarce.
Daniel Scioli recibe el endoso de la CGT Balcarce.
“Deben ser los gorilas, deben ser”, fue el lema de una canción de moda adoptada por la insurrección facciosa en el 55. Ojo con la antropofagia política, que puede acabar siendo el equivalente de esa canción, 60 años después, en el seno del FPV.

El país encara ya las primarias. La campaña para las PASO en el Frente Para la Victoria ha dado comienzo antes de lo previsto. Por desgracia los debates brillan por su ausencia y a lo que asistimos es a una serie de diatribas empeñadas en erosionar al adversario interno. Es evidente la intención del ministro Randazzo de esmerilar a Daniel Scioli, quien además es objeto de la hostilidad de parte de 6 7 8, cuyos integrantes, o algunos de ellos al menos, no desaprovechan las ocasiones para hacer hincapié en su incapacidad para asumir un compromiso explícito. Atilio Borón, cuando fue invitado al programa para exponer sobre Venezuela, se manifestó adverso al tono que tenía el informe sobre la campaña que había abierto la función, sugiriendo a los integrantes de ese espacio la conveniencia de no alentar polémicas que pueden poner al FPV de cara a un desorden que termine en su fractura. Claro que Borón está off limits y por lo tanto puede permitirse una independencia de criterio que a los miembros del panel –presumo- les resulta difícil de alcanzar.

En la nota “¿A qué jugamos?” publicada el 26 de febrero en esta misma página se abordaba ya el tema de la peligrosidad que reviste el encono con que algunos integrantes de la Cámpora, como el intendente Mussi, de Berazategui, el gobernador Uribarri de Entre Ríosy el ministro Randazzo se han lanzado contra el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Este, acorralado, se ha separado un poco de su estilo parsimonioso y componedor para tirar algunas flechas contra Randazzo. Aunque lo haya hecho a través de interpósitas personas.

La propensión al juego de masacre que se observa en este inicio de temporada electoral es muy inquietante. Porque el FPV es, a mi criterio, la única fuerza que puede mantener el rumbo adoptado en el 2003. Que este no sea satisfactorio sino a medias y que es preciso profundizarlo y precisarlo no caben dudas. Pero el FPV es el único instrumento político que puede concitar los apoyos que son necesarios para hacerlo. El discurso opositor es difuso, oportunista, caótico y malintencionado. De todos los integrantes que conforman ese conglomerado el PRO es el prevaleciente y el único que ostenta una direccionalidad clara; sólo que esta conduce al retorno a los 90 y a la restauración neoliberal.

En esta coyuntura la voz que debería poner orden en el cotarro, la de la Presidenta, está muda. No escapa a nadie sin embargo que los dardos envenenados que el kirchnerismo más militante lanza contra Scioli no podrían dispararse sin la anuencia de Cristina. Lo que lleva a plantearse una pregunta de veras angustiosa: ¿Fernández de Kirchner juega a perder? ¿Espera que una temporada en la oposición, asistiendo a la debacle que se presume que  generaría un retorno neoliberal, la devuelva en 2019 al poder? ¿O será que prefiere asistir al desgaste de Scioli consumado por el entusiasta Randazzo para pronunciarse luego por otro candidato alternativo, que venga a remediar el entuerto? Aníbal Fernández, por ejemplo, al que se ha hecho regresar a un primer plano en la noticia gracias a su retorno a la jefatura del  gabinete de ministros. Es del riñón del kirchnerismo, tiene “timing”, rapidez intelectual y eficacia discursiva, y se cuida mucho de hablar contra sus rivales en las primarias, lo que lo hace un candidato muy potable.

Pero quizá habría que haber pensado antes en esa opción, si es que esta realmente existe. Pues ha aparecido otro factor muy importante que acaba de echar todo el peso de su apoyo en la balanza de Scioli: la CGT “oficialista” o de Balcarce, proclamó ayer su sustento al gobernador de Buenos Aires. Había sido precedida por el apoyo de la CGT de Azopardo a esa misma candidatura.[i] Sorprende la velocidad con que el movimiento obrero se ha decantado por el gobernador de Buenos Aires. Ello habla de una inquietud que trasciende el límite de la coyuntura y que se vincula a la irreductible desconfianza que existe entre la burocracia sindical y un gobierno que puede ser visto como una emanación moderada de la generación pequeño burguesa que ingresó al peronismo a fines de los 60 y principios de los 70, y que se situaba tan a la izquierda de la izquierda que terminó dándole la mano a la derecha. O, más que la mano, “una” mano, pues de lo que se trató no fue de una alianza sino de una colaboración inconsciente, involuntaria, infantil, suicida… y culpable, para socavar una política burguesa nacional en aras de un ilusorio proyecto revolucionario que el país no estaba en disposición de asimilar. “Cuanto peor, mejor” solían decir los propagandistas de la lucha armada. ¿No existirían algunos sedimentos de esa actitud en una eventual disposición a patear el tablero para perder y volver con más fuerza cuatro años más tarde, que se puede, si no percibir, al menos sospechar hoy?

Hay una inquina recíproca entre los sobrevivientes o los descendientes de ambas fracciones del movimiento nacional. Ahora bien, la clase obrera, por mediada que esté por una dirección curtida en la componenda, los negocios y la política, es un factor cuya gravitación es decisiva para cualquier  proyecto nacional. El abandono del “frente plebeyo” consumado hacia el 2011 significó un revés para la posibilidad de dotar de más fuerza al frente popular. Sí, desde luego, la burocracia sindical es lo que es. ¿Pero alguien puede pensar que sus manchas son menores a las que tienen quienes la critican desde la vereda de enfrente? Puros eran los apóstoles; la política es casi inevitable que circule por carriles engrasados.

Conviene reflexionar sobre lo que está en juego y no practicar el canibalismo como deporte. Hay que vencer las elecciones nacionales del 2015 y potenciar o al menos sostener lo que se ha venido haciendo. La antropofagia política interesa sólo a los políticos y desencanta o rechaza a la generalidad de la gente. Hay demasiado sobre la mesa para desperdiciarlo. ¿O por ventura se puede creer que una gestión Macri fracasaría en su intento en desmontar lo logrado? Quizá no lograra demoler todo, pero por cierto que cuatro años le bastarían para destruir lo sustancial de lo hecho durante la década… a medias ganada. Y el camino al poder, si se vuelve a pisarlo, estaría sembrado de minas. No se puede olvidar tampoco la coyuntura internacional, en la que se asiste al reforzamiento de la agresividad imperialista y que en este mismo momento está afectando a Argentina, Brasil y Venezuela.

No es hora para juegos. El peronismo, siempre presente en el horizonte político del país y su componente más inquieto, ya nos ha suministrado ejemplos en que las disensiones internas o un personalismo absorbente terminaron haciéndole arrojar el poder por la ventana.  No queremos que esto vuelva a ocurrir.

 

 


[i] La Nación, edición on line del 12.03.15. 

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