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ENE
2019
Steve Mnuchin anuncia sanciones contra Venezuela. Al fondo,John Bolton.
Steve Mnuchin anuncia sanciones contra Venezuela. Al fondo,John Bolton.
Washington incrementa la presión contra el gobierno de Caracas mientras los países más en vista de la Unión Europea se suman al cerco junto a los que ya se han pronunciado contra Maduro en América latina.

La impresionante regresión que padece América latina en esta triste etapa de su historia  no podría estar mejor ilustrada que por el pronunciamiento injerencista de varios países de la Unión Europea han formulado respecto a Venezuela. Alemania, Francia y… ¡España! han conminado al gobierno de ese país a convocar a elecciones en un plazo perentorio. El presidente del gobierno de Madrid, el socialista Pedro Sánchez, se encargó de efectuar el reclamo, al que se acoplaron de inmediato sus colegas europeos. “Si en el plazo de ocho días –es decir, hasta el sábado próximo- no hay una convocatoria a elecciones justas, libres y transparentes en Venezuela, España reconocerá a Juan Guaidó  como presidente del país… No queremos poner o quitar gobiernos en Venezuela. Queremos democracia y elecciones libres”, dijo el apolíneo Sánchez, en una efusión de firmeza que instalaba una  conexión quizá subconsciente con lo dicho por el  mercenario francés Bertrand de Duguesclin, cuando ayudó a matar al legítimo rey de Castilla por el bastardo de Trastamara:  “No quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor…”

Qué pobreza. Qué miseria. Y qué insolencia. El viejo amo colonial se inmiscuye allí donde nadie lo llama y de donde lo habían echado dos siglos atrás con especial diligencia. A Sánchez no se le ha perdido nada en el conflicto civil venezolano, pero ocurre que con su actitud hace buena letra frente al imperialismo norteamericano, heredero tanto de los despojos del imperio español como del británico. Además, reclamar elecciones libres y  transparentes a un país donde el chavismo realizó más de veinte irreprochables comicios para legitimar su poder, ¡qué despropósito! ¿Y qué tal si a Maduro se le ocurre exigir a Pedro Sánchez un referéndum sobre la independencia de Cataluña?

Que el presidente español se intitule socialista es una demostración del extravío del lenguaje y del naufragio de la clase política en casi todos los rincones del planeta. Y pongo “casi” a título precautorio más que por otra cosa. Los problemas se agrandan día a día, las contradicciones del sistema estrangulan las condiciones de vida, los progresos sociales duramente conseguidos a lo largo de dos siglos son conculcados, pero la intangibilidad de la democracia “representativa” (es decir, suavizada por la intermediación parlamentaria) sigue siendo sacrosanta. Reconozco que formulaciones como esta son como un trapo rojo para el toro cuando nuestros demócratas al uso las escuchan: los induce a rasgarse de inmediato las vestiduras. La democracia, para ellos, debe siempre estar acolchada;  sólo la representativa tiene valor a sus ojos. Hay que moderar al soberano. Cualquier apelación directa al pueblo es peligrosa, pues puede llevar a que este exprese deseos que deben ser constreñidos o violados en nombre del bien común…, que suele ser el bien de la clase dominante.

Es decir que, en el fondo, estos políticos que se dicen liberales son ante todo autoritarios camuflados y entienden que “la democracia no es el gobierno de las mayorías sino el gobierno de los democráticos”, como con inefable ironía lo expresaba  don Arturo Jauretche muchos años atrás.

Esto tiene que sonar como un despropósito en los oídos los de un liberal de extrema izquierda, como se define Juan José Sebreli, quien días pasados, en un reportaje concedido a La Prensa, dijo entre otras cosas que su modelo de político era Felipe González –otro español “socialista”.  “Él estaba por encima de la sociedad española”, señaló Sebreli. “Por ejemplo... la sociedad española no quería formar parte de la Comunidad Europea, y sin embargo Felipe González los convenció, entraron y España cambió. España no sería lo que es hoy si no hubiese crecido y se hubiese modernizado, de no haber entrado a la Unión Europea, y eso es gracias a González, porque la inmensa mayoría no estaba para nada de acuerdo”.

Precisemos, sin embargo. No recuerdo cabalmente cual fue la mecánica con la cual Felipe González convenció a la sociedad española de entrar a la por entonces Comunidad Económica Europea, pero recuerdo muchos casos, aquí y en el mundo, en que no se convenció sino que se engañó a los votantes. En España recuerdo a un Javier  Solana perfilándose como un denodado opositor a formar parte de la OTAN para terminar encabezándola como su secretario general. En Argentina ni hablemos. Menem y Macri son dos ejemplos clamorosos, aunque en el caso del segundo haya que convenir que sus antecedentes hablaban tan fuerte que sólo los cándidos de tomo y lomo pueden aducir que fueron engañados. Pero más allá de los casos puntuales, la costumbre de escamotear una plataforma electoral para aplicar después de la victoria otra de signo inverso deja pendiente la pregunta: ¿qué hubiera sucedido si el candidato respetaba su compromiso? ¿Estaría el mundo sumido en una crisis como la actual? Lo real no es sólo lo fáctico, lo concreto, lo que está sobre la mesa con una presencia física indiscutible. Es también lo que existe potencialmente, lo posible, la opción renovadora. La realidad no es un tótem, al que hay que reverenciar servilmente; es también un campo de posibilidades donde es viable tomar una opción diferente. 

Concuerdo con lo que Sebreli dice acerca de que el político no debe seguir a la masa por puro oportunismo sino que debe ponerse a su frente para dirigirla; pero esto debe ser para orientar su voluntad profunda, no para traicionarla.  Y Felipe González en definitiva terminó convertido en el lobista de los grandes capitales españoles y en un intrigante que no se ha cansado de urdir conspiraciones contra Venezuela.  

No vamos a predicarle moralidad a la política, pero cierta coherencia entre lo que se dice  y lo que se hace es indispensable para conservar la confianza del ser humano. El homo politicus es un ser imperfecto como cualquiera de nosotros, pero la consistencia en los propósitos y cierta capacidad y cierta voluntad para llevarlos a cabo son indispensables para que una sociedad se sienta responsable de sí misma.

Diagnóstico y pronóstico

Para los pueblos sometidos o agredidos por el rebrote imperialista es necesario comprender la naturaleza del lavado de cerebro al que incesantemente se los somete y entender que el horror al populismo que hoy exterioriza la opinión biempensante no difiere del horror al comunismo o a cualquier expresión de rechazo a las vías convencionales de hacer política que no convienen al sistema establecido. Son motes, etiquetas que se pegan de acuerdo a las necesidades coyunturales de los gobiernos imperiales. Ahora bien, en el caso venezolano se está frente a  un experimento cuya desembocadura está sujeta a mil y  una contingencias. ¿Habrá intervención exterior en la forma de la invasión de una “fuerza de paz” panamericana? ¿Habrá bombardeos “quirúrgicos” para destruir la capacidad de defensa de la fuerza armada bolivariana? ¿Se podrá doblegar a Maduro forzándolo a dimitir con el incremento del sabotaje, del bloqueo, el embargo económico y de la guerrilla urbana? ¿Se fracturarán las fuerzas armadas? ¿Seguirá pasivo el pueblo chavista, abrumado por la carestía o se decantará contra el gobierno, como es la aspiración de quienes boicotean la producción e imponen castigos externos a la economía?

Mucho dependerá de la frialdad con que el gobierno de Maduro reaccione a la monstruosa provocación montada en su contra. Cualquier equivocación puede suministrar el pretexto para una intervención en fuerza. China y Rusia están muy lejos para gravitar en forma efectiva de verificarse una agresión directa. La brutalidad de todas las administraciones norteamericanas nunca fue puesta en duda; pueden variar sus maneras, pero la disposición a actuar de forma ejecutiva ha sido practicada por demócratas y republicanos por igual. El gobierno de Donald Trump está compuesto por una hilera de personajes dignos de figurar en un prontuario policial, más peligrosos que su jefe. El asesor de seguridad nacional John Bolton, el vicepresidente Mike Pence, el secretario del Tesoro Steve Mnuchin, son tipos a los que no les tiemblan las manos a la hora de proceder administrativamente contra el objetivo que han seleccionado. Como tampoco les temblaban a otros funcionarios y presidentes de tiempos recientes: las Margaret Albright, Condolezza Rice, Victoria Nuland, Hillary Clinton, o los dos Bush, Bill Clinton, Barack Obama y así sucesivamente.

Las clavijas le están siendo apretadas a Maduro un día sí y otro también. Se busca que reaccione de manera intemperante para aplicarle el “derecho a proteger” que se arroga Estados Unidos sobre aquellos pueblos sometidos a un régimen tiránico. Aunque el de Caracas no pueda ser definido en absoluto en esta manera y sí en cambio lo sea la monarquía saudí, preciada aliada de Estados Unidos. Pero este dato es apenas una minucia; lo que cuenta es forzar, a través de la incansable repetición de un remoquete, la descalificación automática del elemento al que se quiere eliminar. Vivimos en el reino de la “posverdad”: Goebbels nos hubiera envidiado.

La última maniobra fraguada por el gobierno norteamericano ha sido el congelamiento de las cuentas y los activos de Pdvsa, la compañía de petróleo estatal venezolana. Esto se traduce en el bloqueo de 7.000 millones de dólares de Venezuela en territorio norteamericano y otros 11.000 millones en exportaciones petroleras a Estados Unidos, operaciones que no se interrumpirán pero cuyo monto irá a las cuentas bloqueadas. La única manera de suspender estas sanciones, dijo el secretario del Tesoro, “será la rápida transferencia del control en Venezuela al presidente interino Juan Guaidó, o a uno posterior, elegido democráticamente”.  La utilización cínica de la palabra democracia subraya aquí el vaciamiento del concepto.  

Junto a la provocación va la burla. Como lo es la concesión de una ayuda  humanitaria al pueblo venezolano por 20 millones de dólares. Según lo que el canciller venezolano Jorge Arreaza dijo en la ONU, 23.000 millones de dólares fueron substraídos a la economía de su país como consecuencia del bloqueo financiero, a lo que se añade ahora la rebatiña que significan las últimas medidas. Y junto a la burla va la amenaza. Cuando John Bolton ingresó a la conferencia de prensa en la cual Steve Mnuchin anunciaba las sanciones económicas, lo hizo con un anotador amarillo bajo el brazo donde se leía: “Afganistán, damos la bienvenida al diálogo – 5.000 tropas a Colombia”. Quien suponga que se trató de un involuntario descuido del consejero de seguridad nacional, es un ingenuo.

 

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