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ENE
2023
Los pálidos atisbos sobre una moneda común para la región, no alcanzan a disipar las nubes de una situación internacional que cada día se torna más sombría.

Se nos perdonará parafrasear el título de una novela de Jane Austen para nombrar esta nota. Pero la ceguera o la mera imbecilidad que califican hoy a grandes sectores de la dirigencia política, empresarial, financiera o lo que sea, a lo largo y lo ancho del mundo, no tiene parangón en la historia y requiere de una calificación que suene categórica.

Frente a esa dirigencia insensata se alinean los que podríamos llamar los sensatos, “los hombres de buena voluntad”, para aludir al título de otra novela, de Jules Romains en este caso; pero la verdad es que ellos, de momento, o desempeñan funciones que tienen poco que ver con el manejo de las palancas del poder, o se encuentran limitados en sus posibilidades de maniobra por la fuerza del captalismo neoliberal: florón final y absolutamente degenerado ya, de lo que fuera un sistema que durante varios siglos fue capaz de promover un ciclo sostenido de invenciones y expansiones que alternaron la construcción con la destrucción, pero que sin duda propulsaron al mundo a una aventura desmesurada. Hoy esa desmesura empuja directamente al abismo.

De los pocos días que median entre la nota anterior y esta, cabe destacar la reunión entre Inacio Lula da Silva y Alberto Fernández antes de la reunión de la CELAC en Buenos Aires, y la decisión que Washington arrancó a Alemania de autorizar, primero, la cesión, por Polonia y otros países europeos a Ucrania, de los tanques Leopard 2 que el ejército de Volodomir Zelinski necesita para enfrentar a los blindados rusos; y, luego, de sacar de su reserva estratégica otro reducido número de ese modelo de vehículo acorazado, para entregarlo a las fuerzas armadas de Kiev.

Las novedades que provinieron de la reunión entre Fernández y Lula, giraron en torno al proyecto de una moneda de curso común entre Argentina y Brasil para efectuar transacciones comerciales. Luego tuvimos la Cumbre de mandatarios propiamente dicha. El proyecto de una moneda común es muy importante, pero, por supuesto, queda ad referéndum de lo que pase en nuestro país en las próximas elecciones presidenciales. Pues se trata de un proyecto a ser explorado a largo plazo, y ya vimos la nula importancia que le da la oposición a cualquier emprendimiento que suponga previsión y largo aliento.

La CELAC

En cuanto a la cúspide de los países que integran la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños no fue todo lo completa que hubiera sido a causa de la desfachatez de los dirigentes de Juntos por el Cambio, que pergeñaron una serie de movidas mediáticas para imposibilitar la venida de Nicolás Maduro y la de una serie de dirigentes latinoamericanos que no gozan de la amistad de Washington. Desprovistos de seriedad, agarrados a cualquier oportunidad de hacer ruido, explotaron la ignorancia de mucha gente y sobre todo el carácter acomodaticio y cómplice del poder judicial -que en Argentina parece ser incapaz de dominarse a sí mismo y se ha convertido en una caja de sorpresas, casi siempre desagradables- para amenazar con la detención del presidente de Venezuela y promover un escándalo diplomático de proporciones. Estos tipos ignoran la diferencia entre la política y la política de Estado, con el consiguiente deterioro que de ello resulta para nuestra política internacional y de nuestra gravitación geopolítica. En fin, allá ellos; habrá que esperar –tal vez mucho, lamentablemente- para que alguna tormenta social los barra al basurero de la historia.

El saldo de la cumbre, por otra parte, no parece haber sido gran cosa. En lo referido al estado de la democracia en el subcontinente no hubo ninguna declaración consistente en torno al fenómeno más flagrante que lo afecta en este momento: la situación en Perú. El golpe de estado parlamentario que derrocó al presidente Pedro Castillo y lo ha arrojado en prisión, ha provocado protestas populares que han causado, al momento de escribir estas líneas, más de 60 muertos en todo el país. Pero parece que para los escribas de Clarín y La Nación este es un detalle que no se equipara con las “dictaduras” caribeñas.                                

De Tigres, Panteras y Leopardos

El empecinamiento de Washington en forzar a Alemania para abastecer al gobierno de Volodomir Zelenski con material bélico pesado, está indicando tres cosas: una, que Estados Unidos está decidido a empujar la agresividad contra Rusia hasta provocar un desastre de marca mayor; otra, que con este curso de acción espera reforzar la dependencia de la Unión Europea respecto al patronato USA y, finalmente, que teme que los rusos estén prestos a darle un giro a los acontecimientos que defina la cuestión y termine por la vía rápida el actual impasse militar. Por lo tanto, al menos hay que ponerlos en condiciones de resistir lo más que puedan.

En lo relativo a la agresividad basta remitirnos a la denominación del “panzer” seleccionado para poner en manos ucranianas para percibir cuán poco les importa a Washington la carga simbólica que tienen sus actos y la repercusión psicológica que estos pueden tener en la gente. “Leopard” está claramente asociado a “Tiger” y “Panther”, los carros alemanes que constituyeron la columna vertebral de la Wehrmacht a partir de 1943. La aparición de una significativa cantidad de blindados germanos (cualquiera sea su nombre) en Ucrania no puede sino avivar los recuerdos de los rusos sobre las terribles carnicerías ocurridas en su frente durante la guerra, sobreexcitando sus temores hacia los vecinos de occidente. Estos miedos seguramente serán compartidos –si existe algo de memoria histórica en el pueblo alemán- por los nietos de quienes entre 1941 y 1945 libraron un conflicto que terminó con el aplastamiento del Tercer Reich. Ya han comenzado a producirse manifestaciones –en Munich, en primer término- que protestan contra la decisión de enviar los “Leopard” y el progresivo involucramiento alemán en el conflicto.

Estos envíos, los de los misiles Patriot y otros del mismo género desde luego no van a derrotar al ejército ruso, pero buscan apuntalar la resistencia contra una eventual ofensiva de este y a proseguir con la guerra de desgaste que la OTAN ha planteado, en la esperanza de que el desencanto ante la falta de resultados y el sacrificio de vidas que acarrea la guerra rompan la cohesión interna en Moscú y terminen con la experiencia Putin. Que en este trámite perezcan cientos de miles de soldados ucranianos y rusos, y que la nación a la cual se dice querer rescatar quede devastada, importa poco a los planificadores de Washington y Londres. La “proxy war” o guerra por procuración está lanzada y no son los factótums de la misma quienes vayan a preocuparse por sus consecuencias.

¿Qué va a pasar? No tenemos telescopios celestiales para vaticinar nada, pero empieza a ser evidente que si no se produce una ola de fondo en los países occidentales que surja de una conciencia de los peligros que se ciernen a causa del curso agresivo que asume la OTAN y reaccione violentamente contra ellos, la marcha de los acontecimientos seguirá discurriendo sobre una cornisa. Es posible que en las próximas semanas o meses Moscú lance algún golpe de furca para poner un límite al desgaste, ocupando Kiev o lanzando una ofensiva en el sur para tomar Odesa y extenderse hasta la frontera con Moldavia. Cualquiera de las dos opciones va a provocar una tormenta, aunque un asalto frontal a la capital ucraniana generaría una histeria mayúscula, a ser aprovechada por los oligopolios dela comunicación. A partir de allí todo es posible.

Uno de los grandes temas de la historia han sido siempre los procesos de desencadenamiento de los conflictos mayores. ¿Pero es la situación actual comparable a las de otros tiempos? Desde el punto de vista de los mecanismos, de los engranajes que llevan al choque, tal vez sí, pero no en lo referido a las consecuencias que podría tener una “all out war”. Se decía de la guerra del 14 que era la guerra que iba a terminar con todas las guerras. Fue falso. Ahora tal vez se pueda constatar veracidad de esa afirmación, pero al coste de descubrir (¿quiénes?) que la extinción del fenómeno se produce por la extinción de todos los que lo protagonizan.

 

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