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24
DIC
2023
El pelotón de fusilamiento.
El pelotón de fusilamiento.
Una larguísima colección de medidas antipopulares, lista para ser enviada al Congreso, conforma el DNU con el que el presidente Javier Milei ha decidido inaugurar su gestión salvífica.

El megadecreto con que Javier Miley acaba de lanzar su programa de gobierno es un siniestro refrito de las restauraciones económicas típicas del capitalismo semicolonial posterior al golpe de 1955, fracasadas una tras otra. Fracasadas si entendemos al término en un sentido amplio, como emprendimiento dirigido a procurar la salud económica y moral del país; no así si lo comprendemos como política de grupo, de casta, como le gustaría decir a Milei: en este sentido no hay duda que tuvieron éxito al trabar el progreso industrial, sabotear la ciencia y la tecnología y convertir la lucha por el empleo y por un salario digno en una pelea agotadora, casi siempre con resultados insuficientes o frustrantes.

Recordando la irónica frase de Lenin, podría decirse que el proceso argentino, con las constantes y a menudo sangrientas interrupciones de su industrialización y democratización, equivalen a una marcha en la cual se da un paso adelante para dar después dos pasos atrás.

Ahora estamos sumidos de nuevo en esa mecánica. Solo que esta vez, prevalido de un amplio margen electoral y del cansancio, la ignorancia y el desconcierto de gran parte de una opinión sometida a décadas de lavado de cerebro, el transitorio portador del poder del sistema se anima a tirar por la borda toda prudencia y a dictaminar un decreto que nos arroja al vacío.

En un discurso de apenas 15 minutos, el presidente nos tiró encima una carretada de medidas, concentradas en recetas dirigidas “a reconstruir la economía argentina”. Ellas incluyen un sinfín de derogaciones: la de la ley de alquileres, la ley de abastecimientos, la ley de góndolas, la ley de compre nacional, la ley de tierras (a partir de cuya desaparición los capitales extranjeros podrán bajar la mano sobre cualquier porción de nuestro territorio). También se derogaría la normativa que impide la privatización de las empresas del estado: se las transformaría en sociedades anónimas para poder vender luego sus paquetes accionarios en forma parcial o total. La reforma laboral también aparece en el decreto ómnibus aunque no se la mencione expresamente. Pero allí se define una orientación dirigida a derogar las paritarias, a abolir las indemnizaciones por despido; a terminar con la movilidad jubilatoria y a devolver el régimen de jubilaciones y pensiones al ámbito privado, del cual las AFJP son un traumático recuerdo.

En definitiva, que el decretazo de Milei es el puntapié inicial de un plan orientado a poner al país al servicio de un esquema global de poder que justamente en estos momentos se encuentra en entredicho y comienza a ser superado por la emergencia de los BRICS, que proponen salir del corral del dólar e ingresar a un mundo multipolar donde diversas agrupaciones regionales contrasten y equilibren el que hasta ahora fue el predominio del bloque anglosajón y europeo occidental.

El costo que propone el DNU de Milei será enorme para la inmensa mayoría de los argentinos, con la única esperanza de seguir aguardando a que desde la cima donde se alojan los más ricos, estos decidan dar lugar al efecto derrame y dejen caer algo de sus excedentes sobre el resto de la población, en vez de seguir girándolos al exterior.

Si bien las fuerzas que podrían oponerse a esta monstruosidad y que deberían canalizar la resistencia a la misma no son de fiar, la enormidad de la propuesta urdida por el equipo de Federico Sturzenegger garantiza que llenar los pasos que son necesarios para llevarla a cabo, así sea parcialmente, va a provocar problemas de envergadura. Milei carece de equipos para enfrentarlos. De hecho, haber arremetido como lo ha hecho contra las facultades del Congreso y del Poder Judicial al lanzar su proyecto así lo demuestra. ¿Creerá en su papel de taumaturgo y estará sobreestimando sus facultades? El perfil psicológico de este presidente es una incógnita que inquieta a muchos.

El frente externo

Pero el terreno donde de entrada el nuevo gobierno ha desbarrado de manera infernal, es el de la política exterior. Los periodistas argentinos en general (y no solo los periodistas) no suelen prestar mucha atención a las cuestiones internacionales, sea por desinterés o por simple incomprensión de cuán atada se encuentra la vida de un país a la evolución de los asuntos mundiales. Por eso no toman como referente fundamental para juzgar los primeros pasos del gobierno el viraje radical que este ha dado en esa materia. El presidente Milei y su canciller, la Dra. Diana Mondino, con una torpeza inconcebible, han hecho de nuestra política exterior una cuestión ideológica, para mejor marcar su alineamiento con el bloque liderado por Estados Unidos. De ahí los exabruptos del Sr. Milei contra su par brasileño, Lula da Silva, y la aversión con que Milei califica a China como una tiranía comunista, desdeñando su peso económico y geopolítico y cometiendo además la aberración de renunciar a formar parte del BRICS, el grupo de potencias emergentes al que habíamos sido invitados. El PBI combinado de los países del BRICS ha superado ya al de los países de la G7. Como compensación a esa renuncia nuestro país se ha lanzado a solicitar el ingreso a la OCDE, que no es sino un foro dedicado a fomentar o, mejor, a imponer las políticas neoliberales, mientras que el BRICS es un conglomerado de potencias industriales y energéticas que cuenta con un banco propio, el Nuevo Banco de Desarrollo, con sede en Shangai, que dispone de un capital inicial de 50.000 millones de dólares, está presidido por Dilma Rousseff y tiene una activa política de préstamos para alentar proyectos de infraestructura en los países menos desarrollados. Como primera consecuencia de los desatinos de Milei y compañía, China suspendió, hace cinco días, el swap con nuestro país, privándonos así de una de las pocas fuentes de crédito en un mercado de capitales que para nosotros está seco en todas las otras latitudes. Dicho sea de paso, ese expediente chino fue el que nos permitió hace un par de meses zafar del default con que nos amenazaba el FMI si no satisfacíamos el anterior tramo de nuestra deuda con ese organismo.

No es fácil encontrar palabras educadas para definir esta suma de desatinos. Quedémonos con la expresión traición a la patria, si atendemos a las propuestas de renunciar a la moneda propia, a destruir el Banco Central y privatizar el Banco Nación, a subastar la riqueza del país al mejor postor y a alinear nuestra política externa al seguimiento mecánico de una opción de poder global que tradicionalmente apuntó a trabar nuestro desarrollo.

Esperemos que el pueblo reaccione a tiempo contra esta cochinada. No han pasado dos semanas que ya los cacerolazos y las manifestaciones callejeras torean a las amenazas de la Bullrich, la camaleónica servidora de todas las alternativas de poder autoritarias que poblaron la historia argentina desde los 60 para acá. Urge poner las cosas en claro. No creo en la corrección política de desearle buena suerte al enemigo y garantizarle gobernabilidad, si el objetivo de este es cortarnos el pescuezo. A partir del martes el Congreso tendrá la palabra, pero por cierto no será la última: hay demasiados problemas en un aire demasiado volátil para que los discursos no sean seguidos de “efectividades conducentes”, como decía don Hipólito Yrigoyen.                                                                                                                          

 

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