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16
FEB
2024
Los rasgos delirantes del actual gobierno se pronuncian. ¿Es la nave del Estado un avión en barrena?

Nunca nos habríamos imaginado un momento como el actual para la política argentina. Vamos, que el nivel de grotesco que tienen las actuaciones de la “casta” política -en primer lugar la de quien se distinguió por acuñar el término y ahora está plenamente integrado a ella, Javier Milei-  jamás había llegado a tal altura. O rayado en tanta bajeza, si se quiere. Las trapisondas en el Congreso para tratar de sacar cueste lo que cueste el megaproyecto de reforma del Estado, que apunta nada menos que a abolirlo; el fracaso –provisorio- de este intento, la alianza a todas luces en marcha entre la Libertad Avanza y el PRO; la vigencia silente del Decreto de Necesidad y Urgencia que está trastocando la sociedad con la desregulación de los rubros claves de la economía (devaluación, ley de alquileres, liberación de precios para las prepagas, etc.); la pelea por la preeminencia dentro del esquema de poder entre LLA y el PRO, las oscilaciones de la “oposición blanda” y el carácter devastador de las políticas que apenas están implementándose y cuyo pleno impacto se sentirá partir de marzo, son un torbellino que promete tempestades a corto plazo. Solo la ignorancia o la inocencia (para no usar palabras más fuertes) del electorado que se disparó un tiro en el pie al votar a LLA, y la necedad de los sectores medios que son incapaces de desprenderse de un antiperonismo visceral que les hace preferir abrazarse a Drácula antes que comprender un poco la naturaleza de los procesos políticos de un país semi-dependiente, están frenando el desbarajuste.

Esta especie de interregno entre la obertura del drama y su pleno desarrollo, ha quedado bien llenado por la puesta en escena de los primeros pasos en materia de política exterior: el viaje del Presidente a Israel y a Roma, y la larga cadena de despropósitos en ese rubro producida no bien Milei y la canciller Diana Mondino ocuparon sus cargos.

La renuncia a formar parte del BRICS, de la cual dimos cuenta en la nota titulada “El desatino”, del 11 de enero, ha sido, hasta ahora, la arbitrariedad más desaforada en la que ha incurrido el gobierno, pues representa, a la vez que un programa, un insulto a nuestros mejores socios comerciales y una elección que rompe con la tradición diplomática del país, que ha sido siempre la de la neutralidad entre las superpotencias, al menos en la medida en que ha podido permitírsela. Se dirá que de adherir al BRICS también romperíamos con esa tradición, pero se trata de un argumento especioso, toda vez que el BRICS no es una alianza ofensiva en pro de obtener una hegemonía, sino una combinación orientada a obtener la coexistencia de una multipolaridad de intereses en un marco de relativa armonía. Es decir, se trata de una coalición defensiva, que busca una coexistencia pacífica en lugar de una globalización asimétrica regida por el dólar. Nosotros, en cambio, justo ahora elegimos adherirnos al bando que pretende el control totalitario del planeta.

Pero si lo de la salida del BRICS es una enormidad, la jugada del viaje a Israel y al Vaticano no por estrambótica resulta menos peligrosa. Decididamente, a Milei no le vendría mal una evaluación psiquiátrica. No lo digo por faltarle el respeto a la investidura presidencial, sino porque muchas de las actitudes del presidente, su tenor gestual y la precipitación con que se apresura a poner en práctica sus resoluciones no bien le acuden a la mente, hablan de una inestabilidad psíquica poco compatible con el ejercicio de un alto cargo.

La gira israelí, definida por él mismo como “un viaje espiritual”, ha tenido como componente esencial una decisión, la de trasladar la embajada argentina a Jerusalén, que de espiritual no tiene nada. Por el contrario, tuvo en su centro una serie de afirmaciones de respaldo al estado judío formuladas por Milei al ultraderechista primer ministro Binyamin Netanyahu justo en el momento en que este se encuentra comprometido en una operación militar en Gaza que tiene un corte francamente genocida. Son todas expresiones y decisiones que se encuentran en contradicción con las resoluciones de las Naciones Unidas y que se contraponen a la tradición de equilibrio y neutralidad de nuestra política exterior cuando de conflictos bélicos se trata. Sobre todo si se toma en cuenta que, en este caso, se trata de guerra de opresión colonial (de parte de Israel contra los habitantes de los territorios palestinos ocupados) y que en nuestro país existen copiosas comunidades de descendientes de las dos etnias confrontadas, que hasta el momento han convivido en paz y armonía bajo su común nacionalidad argentina. Arriesgar una posible discordia interna entre argentinos en aras de un ordenamiento pro OTAN, antirruso, antichino y “anticomunista” es una imbecilidad sin parangón y que abre el camino a otro atentado como los promovidos por la irresponsabilidad de la alineación del gobierno de Carlos Menem en ocasión de la primera guerra del Golfo.

¿Y qué decir del colofón romano de la gira del presidente? Antes vimos a Milei bañado en llanto abrazando el Muro de los Lamentos, y luego danzando en el mismo lugar con un montón de creyentes en la fe hebrea. Después lo encontramos orando en el Vaticano en la misa de canonización de la primera santa argentina, abrazando al Papa y diciendo a la prensa italiana que él es católico pero que profesa “un poco de la religión judía” –cuando hace poco tiempo había dicho que estaba en camino a su conversión al judaísmo. No tenemos nada en contra de un presidente opte por otra confesión religiosa, si esta opción es sincera; nos parece bien que se haya terminado con la vieja disposición constitucional que ordenaba que el presidente de la nación debía profesar la fe católica, apostólica y romana. Pero la verdad es que el despliegue de tantos gestos, devociones, llantos, mohines y bailes indigesta a cualquiera. Menos a Francisco, que manejó con habilidad el doble juego de Milei con una casi imperceptible ironía, asumiendo con humor las cabriolas del presidente y reduciéndolas a las ocurrencias de un nene caprichoso. Bergoglio debe mantener abiertas las puertas para su necesario viaje a la Argentina.

La tormenta perfecta

Mientras tanto, el grueso de las novedades políticas en el país corre por cuenta de las internas en LLA y el PRO. Sigue la pelea entre dos aliados desiguales, el partido de Milei y el de Macri, por ver quien lleva adelante el ajuste. Diríase que el desenlace no ofrece grandes dudas. El PRO debería tener ganada la batalla, pues dispone de experiencia política, dinero, cuadros técnicos y bastante inserción territorial, mientras que La Libertad Avanza es un confuso rejunte de dirigentes sin arraigo y en gran medida oportunistas, cuyo respaldo popular es el mismo del que dispone Milei. Y este apoyo ya ha empezado a licuarse: bastará que la tormenta inflacionaria que nos sacude ascienda a la categoría de ciclón después de marzo, para que el león pierda su melena y la vicepresidenta Victoria Villarruel asuma el ejecutivo. Los muchachos del PRO tendrían así el camino expedito para hacer lo mismo que quiere hacer Milei, pero de una manera más profesional y corriendo menores (?) riesgos. Puede ser así o de otro modo, pero tal como van las cosas este parecería ser el pronóstico más probable.

No soy en absoluto un experto en economía. Pero décadas de historia vivida me han dado cierto instinto para sentir en la piel la temperatura de las cosas. Se cierne una crisis de grandes proporciones y en este tipo de escenarios las sorpresas están a la orden del día. La represión que la ministra Bullrich prepara va en ese sentido. Dolarizar es el objetivo (Cavallo dixit), pero va a acarrear una conmoción inédita. El camino elegido no parece ser hacerse de dólares sino destruir al peso con una inflación desbocada, como expediente para el desguace del estado y la renuncia a una política económica propia. La contracción de nuevos préstamos en divisa fuerte sería el expediente para rehacer el camino, aumentando el peso de la deuda externa y cerrando así toda posibilidad de retorno: “Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate”, para decirlo con el Dante. Para rematar, a modo de secuela la dolarización produciría el aflojamiento de las mallas que contienen al narcotráfico, al desaparecer las trabas que suponen las operaciones de cambio para la libre circulación del dinero. Se abriría así el campo para las “maras” y la criminalidad vinculada al tráfico de drogas, lo que llevaría a potenciar aún más el aparato represivo, que sería a su vez atacado por los enormes flujos de dinero sucio dirigido a corromperlo.

¿Cómo se llama esto? ¿La tormenta perfecta?

Una extraña sensación de irrealidad…

Este panorama, cuya gravedad no se puede ignorar, no termina de alterar a los cuadros de la política. La oposición, blanda, dura o como se quiera que se la llame, se agita, remueve, actúa frenando las disposiciones más desfachatadas de gobierno, pero no termina de definir a estas como lo que realmente son: violatorias de la Constitución y orientadas a formalizar una auténtica traición a la patria. Tampoco se discierne algún intento de formar un frente común para oponerse al estrago. Algunos de los representantes del país interior, los gobernadores, dan la sensación de estar dispuestos a negociar su apoyo al poder central si se les ceden los fondos coparticipables que les corresponden por ley y que el presidente promete cortar si no se allanan a su diktat empobrecedor. Pero la quita a los subsidios al transporte en el interior del país y la eliminación del incentivo salarial a los docentes ha venido a ocluir incluso las veleidades de componenda con el gobierno central que tenían varios mandatarios provinciales.

 La CGT y las organizaciones sociales dieron un primer paso para visibilizar y organizar la protesta contra el ajuste. A este primer movimiento deben seguir otros en rápida sucesión para derribar el DNU antes de que siga haciendo estragos. ¿Qué se está esperando? ¿A que la opinión pública reaccione por fin y pase por encima de sus representantes, como ocurrió en 2001? Tal vez esto sea necesario, para sembrar la alarma y promover una salida a la crisis. La pregunta será entonces: ¿cuál salida?  Y ¿hacia dónde?

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*Menesunda: Confusión, lio (Diccionario de Americanismos). Droga, mierda (RAE). Para Marta Minujin, artista plástica argentina, reconstrucción de una estructura laberíntica compuesta de once o más estaciones, desparramadas sobre el piso.

 

                                       

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