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12
AGO
2019
Alberto Fernández, festejo.
Alberto Fernández, festejo.
El resultado de las primarias es una estimulante señal del despertar popular. Contra todas las encuestas, el saldo de la elección ha sido una demostración contundente de que las políticas neoliberales no son congeniales al espíritu del pueblo argentino.

Un huracán de aire fresco. La analogía meteorológica no está de más. Después de tres años y medio de sofocantes mentiras, de deterioro social, de desempleo creciente, de brutales medidas que concentraron la renta en los sectores donde se acumula la riqueza; de estanflación, de timba  financiera y fuga de capitales; de actuaciones judiciales fraguadas e inspiradas en la mayor parte de los casos en la pura persecución política; de paralización de los procesos más importantes de investigación y renovación científica y tecnológica; de un endeudamiento criminal contraído para llenar los huecos creados por los favores hechos a los amigos y para atar al país al servicio de una deuda impagable; de incrementos de tarifas que estrangulan a la actividad fabril y a la vida cotidiana de los sectores de menores ingresos, después de esta catarata de calamidades, las PASO acaban de romper el espejismo de un consenso imaginario construido por los oligopolios de la prensa y la televisión, que blindaron hasta el último momento al gobierno de Cambiemos.

No le bastaron al gobierno la actividad de los “trolls” ni la parafernalia comunicacional elaborada por “estrategos” por el estilo de Jaime Durán Barba, ni el escandaloso respaldo del FMI, que violó sus propios estatutos al consentirle al Banco Central la venta de las divisas extranjeras que le había prestado, para mantener planchado al dólar. Este es un dato importante a tener en cuenta: es la primera vez en mucho tiempo en que una campaña basada en los recursos clásicos de una propaganda casi artesanal, logra vencer a otra fundada en el proselitismo tecnológico y la manipulación psicológica a gran escala.

Los 16 puntos de diferencia obtenidos por Alberto Fernández frente a Mauricio Macri le aseguran casi con total certidumbre la victoria en la próxima elección presidencial prevista para octubre. Ahora bien, falta lo principal. Falta vencer por cifras también apabullantes en la primera vuelta y, desde luego, abocarse después a la recuperación de este país tan duramente golpeado a lo largo de los últimos cuatro años de gestión macrista. No va a ser una tarea fácil y es bueno prepararse para ello representándose una realidad que costará mucho superar, para no caer víctimas rápidamente del cansancio y de desánimo. También hay que estar alertas a lo que puede ocurrir de aquí a octubre en el plano de las decisiones del Poder Ejecutivo. La desesperación es mala consejera.

De todos modos una vez más quedó en evidencia un hecho categórico: que los argentinos no se tragan el verso de la teoría del derrame: del “sacrifiquémonos hoy para progresar mañana”  declamado por los sectores que tienen los bolsillos henchidos y solicitan la inmolación de los otros en nombre de un futuro que no pertenece a estos, según la avivada dialéctica que practica el batallón de los “animémonos y vayan”, como ironizaba Arturo Jauretche. Esta es una sociedad igualitaria, y si ha podido engañarse o ser engañada en el 2015 por una propaganda abrumadora que contó con la ayuda de los errores de su contraparte kirchnerista, la experiencia de estos años le ha bastado para devolverla a la realidad. No es que haya que eludir el sacrificio. De hecho, es un componente básico en la vida de los pueblos y de los individuos, que se nos volverá a demandar en el próximo futuro. La cuestión es si el sacrificio tiene un sentido colectivo o si es sólo la  demanda de un sistema explotador, que pretende reducir al pueblo a la servidumbre mientras se guarda bien de compartir el gasto.

Se enfrentan hoy en la Argentina, como se han enfrentado siempre, dos modelos de país. El dependiente, que concibe la “apertura al mundo” como un acto de entrega que asegura al núcleo oligárquico la renta parásita que devenga de la explotación de bienes primarios, modelo posible sólo en una sociedad de pocos y voluntariamente estancada; y otro, industrial y técnico, que se quiere soberano. Capaz de relacionarse con el mundo, como es lógico, pero desde una posición que lo deje en condiciones  de ejercer cierta autonomía y de preservar los intereses de la población potenciando sus recursos. En cierto modo esta había sido la tendencia más vigorosa de la Argentina contemporánea hasta el 2015. Una y otra vez, pese a los golpes de estado que intentaron reimplantar el modelo anterior a 1943 –en 1955, en 1968, en 1976 y mediante la engañifa consumada por el gobierno Menem, seguido por el de De la Rúa-, la vocación igualitaria fue el factor determinante en la orientación de los asuntos argentinos. Una y otra vez, tras el saqueo, venía la recuperación. Lo grave de la elección del 2015 fue que el país pareció endosar, voluntariamente, a un gobierno conservador cuya meta no podía ser otra que la reimplantación del régimen retrógrado que en otras ocasiones sólo había podido ser impuesto por la fuerza o por el engaño. El resultado de las PASO del domingo viene a demostrar que esa elección del 2015 fue un tropiezo, posiblemente un accidente inducido por la falta de memoria y por las malas artes de una campaña opositora mentirosa, a las que se sumó la arrogancia de un gobierno poco ducho en manejar su capital político, más que un cambio en la psicología colectiva y el instinto profundo de los argentinos.

Reacción

El efecto inmediato de este brusco despertar de la pesadilla significado por el resultado de las PASO es el intento de los mercados de volver a introducirnos en ella a través de la brutal devaluación que está efectuándose por estas horas. Pero es un efecto esperado. Si no hubiera sido hoy, se hubiera producido en el momento de veredicto oficial de las urnas en octubre. De cualquier manera, se verifica de una forma que calificaríamos como automática, más que como fruto de una conspiración. Los mercados son una entelequia que funciona como un deus ex machina de políticas determinadas en otros ámbitos. Para el caso, el gobierno de Cambiemos, único responsable del actual desastre. Como dice Alfredo Zaiat en “Página 2”: “La desregulación total del mercado cambiario, la apertura irrestricta para el ingreso y egreso de capitales financieros, el endeudamiento desaforado y la inmensa bicicleta con las Lebac, primero, y con las Leliq, después, son los elementos de un combo devastador. Las bases de la economía macrista son las que provocaron esta debacle”.

Es necesario machacar estas verdades para obturar el paso a las mentiras con que el sistema agravia a cualquier emprendimiento político que se opone a sus miras. En estos años ha sido común –y abrumador e irritante- escuchar el argumento forjado en los mentideros oficiales acerca de la deshonestidad del gobierno popular que condujo el país desde el 2003 al 2015: “Pero, ¡cómo podés defenderlo si se robaron todo!” es, o era, la reacción a cualquier defensa razonada y crítica de la gestión kirchnerista.

“Si se robaron todo…” Como en todo gobierno, en los mandatos populares de esos años hubo casos de corrupción. Pero casos de corrupción que no excedieron la norma y que son indisociables de toda gestión administrativa. Comparar esos hechos con los consumados durante el gobierno de Cambiemos es comparar a un fósforo con un alto horno. Para citar algunos casos: " el affaire del Correo Argentino, los parques eólicos, Avianca, las Autopistas del Sol y los peajes; la venta de las usinas eléctricas al “amigo del alma y socio” Nicolás Caputo a un 40 % de su valor real; el bono a cien años a un 8 % anual en dólares que endeuda al país por varias generaciones, contraído por el mismo Caputo, quien es también el dueño del fondo especulativo Noctua Partners, el más beneficiado por dicho bono…" [i] 

 La situación le está reventando en la cara al gobierno Macri. Y faltan dos meses para las elecciones de primera vuelta y cuatro para el relevo del gobierno. ¿Podrá aguantar el país en estas condiciones? El gobierno no da, por estas horas, muestras de reacción. La única que ha tenido hasta el momento ha sido la decisión del Banco Central de aumentar las tasas en un 74 por ciento, lo que equivale a subir al Everest sin máscara de oxígeno. El dólar se ha disparado y con esto la posibilidad de una inminente carestía. El gobierno debería llamar a consultas a las principales fuerzas de la oposición para paliar el desastre,se afirma. Pero, ¿a quién puede interesarle conversar con un poder que se preocupa en señalar que su posición doctrinaria es inamovible? Ninguna oposición responsable se va a hacer cargo de la codirección de un derrumbe cuyas causas ha indicado repetidamente.

La conferencia de prensa de M.M. que acaba de terminar refrenda este impasse. Para el presidente la culpa de la disparada del mercado la tienen el FdT y el resultado eleccionario.  Es decir, es culpa del pueblo argentino que votó a la opción contraria al gobierno. Macri amenazó con "el fin de la Argentina" por la adhesión de su pueblo a fórmulas que, según él, el mundo estima perimidas, y descartó cualquier reforma en el gabinete, reconfirmando el rumbo adoptado. Esto es, que tendremos más de lo mismo, con una implícita posibilidad de caos al frente.

¿Y entonces, qué?

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[i] Alcira Argumedo, en Página 12 del 30 de julio de 2019.

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