Tropas de la Guardia Nacional acampan en los corredores del Capitolio.
Según pasan los días, la crisis en Estados Unidos revela más su profundidad. Joe Biden se apresta a asumir en un panorama de incertidumbre tanto interna como externa.
Un invasor del Capitolio se adueña del despacho de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes.
Se descascara la institucionalidad en EE.UU. Contradicciones largamente represadas empiezan a estallar. Lo hacen por donde no debieran, por la derecha. Pero es lo que hay. El mundo espera el surgimiento de un contrapeso. ¿Lo habrá?
El mundo en este momento está recorrido por el virus, por su aprovechamiento de parte del capitalismo salvaje y por la amenaza de un nuevo intento de globalización asimétrica que podría prohijar el próximo gobierno norteamericano.
Cualquiera sea el resultado de las elecciones en Estados Unidos, un hecho es evidente: Donald Trump ha roto la armonía de la alternancia bipartidaria en la Unión.
Artillero armenio dispara contra posición azerí en Ngorno Karabaj.
El estado natural del capitalismo es la crisis permanente. Con la caída del comunismo se creyó por un momento que era posible una estabilidad duradera, pero pronto se supo que el dinamismo que lo mueve lo empuja siempre a jugarse el todo por el todo.
El debate de nuestro tiempo circula por un doble andarivel: por un lado la lucha por la supremacía y por otro el establecimiento de un equilibrio social que haga justicia a la enorme mayoría de los marginados del modelo capitalista vigente.
El Líbano se asoma otra vez al caos. Paga el precio de ser una sociedad compleja en una encrucijada de culturas que es a la vez un engranaje comercial y geopolítico.
La crisis desatada con la pandemia no encuentra un programa que la contraste. No hay respuestas convincentes a sus estragos –uno se pregunta si hay conciencia- y entre nosotros esa parálisis se expresa de manera agobiante en la oposición.
Los pasos aparentemente finales de la guerra en Siria exacerban el temor del presidente turco de quedar fuera del juego, haciendo que suba su apuesta por permanecer de alguna manera dentro de él.
El perfil de un bombardero británico se recorta sobre Dresde en llamas.
No decimos nada nuevo, pero la racionalidad no suele ser la regla en la historia. Ayer y hoy, cada cosa con arreglo al ritmo de su tiempo, los raptos de obcecación o locura menudean alrededor de nosotros.