El mandatario norteamericano vuelve al centro de la escena. Va a dialogar con Kim Jong un y ha lanzado una guerra comercial contra la Unión Europea. El escenario internacional se transforma y muchos países deberán adaptarse y marchar por lo suyo.
“Shock and awe”, “conmoción y temor reverencial”, se ha convertido en el núcleo de la estrategia norteamericana para el mundo. Lo más grave es que Washington aparenta estar decidido a llevarla adelante hasta el borde mismo de sus últimas consecuencias.
Los extremistas de la globalización sistémica están intentando una contraofensiva para compensar los reveses que han sufrido en el medio oriente y la creciente influencia de Rusia y China.
La policía nacional carga contra independentistas.
El problema catalán se agrava, alimentado por la brutalidad de unos y la mala fe de otros. Pero algunos de sus rasgos se reproducen, con variantes, en otras partes del mundo.
Aunque la tensión haya remitido un poco, Corea del Norte sigue siendo un tema candente. No ayuda a enfriarlo el temperamento de Donald Trump y el de la corte con la que se ha rodeado.
El doble rasero con que se mide al mal en la sociedad moderna obliga a insistir en las características generales de la oclusión de salidas que la aflige, encierro del cual el fenómeno del “kamikaze” es una expresión extrema.
La globalización a punta de pistola está en crisis. Esto es beneficioso, pero también acarrea el peligro de una reacción convulsiva que juegue el todo por el todo para reponerla. Esperemos que la razón prevalezca sobre la locura.